sábado, 19 de febrero de 2011

LA JUSTICIA

La Justicia!!!
A una "persona" ante ciertos acontecimientos no deseados...
Revista: MENTE SANA: Editor: Jorge Bucay. Artículo: De la Injusticia a la Acción. Demián Bucay (médico y terapeuta...)
Cuando decimos que somos víctimas de la injusticia de la vida, cuando nos lamentamos porque damos más de lo que recibimos, no hacemos más que encallarnos en el rencor y las recriminaciones. En ningún lugar está escrito que la vida sea justa, y la única posibilidad de llevar nuestras aspiraciones por el camino más satisfactorio es que nos responsabilicemos de ellas y actuemos en consecuencia.
El problema de pensar las cosas en términos de justicia o injusticia – de lo que corresponde o no, de lo que debería o no debería ser – es que siempre llegaremos a la conclusión de que la vida no es justa. No nos toca a cada uno lo que merecemos, lo que nos corresponde o lo que deberíamos recibir de acuerdo a lo que hemos dado. Millones de personas sufren desgracias o pérdidas extremadamente dolorosas o incomprensibles. Si lo valoramos en términos de justicia o injusticia, ese sufrimiento no es justo. Sin embargo, no basta con proclamar una injusticia para que el sufrimiento cese ni para forzar a aquel que se ha portado injustamente con nosotros a examinar su actitud. Ni siquiera es sano esperar que, por habernos ocurrido algo que no nos merecíamos, el resto del mundo nos compense de alguna manera. Las compensaciones, sean del tipo que sean, son un intento de apelar a una justicia que o no existe o está más allá de lo que nosotros podemos comprender.
Hemos sido educados con la idea de que la justicia es una condición a la que todos deberíamos aspirar, un bien supremo para toda la humanidad y un horizonte hacia el que dirigir nuestras acciones. Pero cuando nos encontramos frente a situaciones dolorosas, la idea de la justicia puede ponernos en un callejón sin salida. Porque si continuamos creyendo que el mundo debería ser justo con nosotros y no lo es, inevitablemente comenzamos a llenarnos de resentimiento.
La idea de justicia, además, nos coloca en otra tesitura todavía peor; podemos acabar creyendo que, en efecto, nos meceremos los males que nos suceden.
Por eso debemos abandonar la idea de que los sucesos que nos acontecen en la vida está regidos por una ley que nos adjudica a cada uno de nosotros algo similar a lo que hemos dado. No es cierto, ni para bien ni para mal; es decir, así como merecemos el sufrimiento por el que podemos transitar en un momento determinado de nuestra vida, tampoco podemos cobijarnos en la idea de que debemos reclamarle a la vida todo lo bueno que nos merecemos.
Debemos dejar a un lado los intentos de asignar culpas y responsabilidades… Tenemos que poner el asunto en nuestras manos. Solo podemos contar con aquello que depende de nosotros, incluso cuando sea cierto que no debería correspondernos estrictamente. Si nos atrevcmos a dar y a poner de nosotros – y nos olvidamos de cuánto hemos recibido o recibiremos a cambio-, es posible que la vida nos sorprenda. Y no solo eso, seguro que evitaremos el rencor por no obtener una justa compensación y la culpa al buscar las razones de no ser tratados con justicia.