Pero
conviene no olvidar que somos casas que se construyen obedeciendo a un plano
que se ha perdido (el mismo plano que
intentan reconstruir las distintas religiones, filosofías o literaturas).
Casas, por tanto que, como nos ocurre a nosotros, dudan, se tambalean, se van
corrigiendo sobre la marcha, en ocasiones se caen y obligan a comenzar de nuevo
desde el principio a pasar más tiempo a la intemperie ( una ocasión, por
cierto, para disfrutar del cielo abierto y las maravillas de la naturaleza, no
solo para sentirse desprotegidos) que cobijados dentro de ellas. Casas poco
fiables si no fuera porque el verbo construir, tan tenaz y tan vivo no les
permite caer en el abatimiento ni tomarse un momento de respiro.
Construir
una vida es, en este sentido, hacerla
posible, inscribirla dentro de un plan ( dentro de un plano), ponerla en contacto con sus paisajes y con sus limites.
Construir una vida es ir la alzando con esos ladrillos que se quedan medio
amontonados en elprimer párrafo ( y con las vigas, las tejas, las tubeías, los
cables), es diseñar sus estancias, es abrirse puertas y ventanas, en colocarse
un techo a prueba de la lluvia y del sol, es amueblarla. Ladrillos estancias
puertas y ventanas, muebles, cimientos todo lo que hace sólido nuestro proyecto
de vida, lo que le da estabilidad, lo que lo encaja en la sociedad ( una casa
vecina de muchas otras casas), po que lo hace creíble.
Un
compromiso diario
Pero
para construir es necesario saber que la casa debe estar al servicio de uno y
no uno al servicio de la casa. El que no consigue esto queda prisionero de su
casa, se convierte en su propio carcelero. Construir, por tanto, en libertad y
para ser libres: para que la casa cumpla su función de cobijarnos sin pasarnos
deudas por hacerlo. Construir, entonces, como el que se entretiene haciendo
castillos de naipes. O castillos en el aire. Construir desde la fragilidad y
desde lo efímero, desde la impermanencia y el cambio. Construir asumiendo de
antemano el temblor que provoca la posibilidad de una corriente de aire, un mal
gesto, no haber aprendido la ciencia de los milímetros que se requiere para
colocar las cartas de manera que el castillo no se venga abajo. Cualquier cosa,
en efecto, puede echar a perder semanas o años de esfuerzo: en un segundo el
castillo se desmorona y nos obliga a comenzar de nuevo. Pero es que construir
es eso: comenzar de nuevo constantemente, redefinir día a día la casa que nos
contiene, repasar sin descanso los revoques, las bisagras, los muros, los
marcos, el estado de los suelos… Construir, construimos : somos los albañiles y
los arquitectos de nuestra vida.
Revista
“ Cuerpo Mente” nº 271. JESÚS AGUADO
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